Por el derecho a ser pizpireto
3 octubre, 2009
Estoy escribiendo la gran novela americana de este siglo, cosa harto difícil dado que ni soy americano, ni apenas sé escribir. Pues bien, me he quedado anonadado al descubrir una terrible injusticia sexista que nos atañe a todos los hombres. Observad estos dos fragmentos de mi libro “Mierda, la novela”.
Hasta aquí, todo normal. Pero, 229 páginas después, me ocurrió lo siguiente:
El avezado lector se habrá dado cuenta de la terrible injusticia: el corrector de Word acepta el término ‘pizpireta’, pero, sin embargo, señala como incorrecto “pizpireto”.
Preocupado, como supongo que estaréis todos ahora, me fui directo a la RAE, sólo para comprobar que si consultas “pizpireta”, el resultado es: 1. adj. coloq. Dicho de una mujer: Viva, pronta y aguda. Pero si consultas “pizpireto”, automáticamente te redirige a la forma femenenina de esta palabra.
¿Qué pasa? ¿Que yo no puedo ser pizpireto? Así, a primera vista, creo que estoy vivo, que soy pronto (madrugo mucho) y agudo (tengo una irritante voz de rata). Entonces, ¿por qué no puedo ser pizpireto?
Rápidamente me he puesto a investigar el tema, y he encontrado este interesante artículo de Philip W. Burguillo, vicedirector adjunto del semanario “The Pizpiret Observer”, del cual os traduzco un fragmento.
“(…) La primera muestra de discriminación pizpiretística la encontramos en la Eneida, cuando Eneas se encuentra por segunda vez con Dido (se suele decir que, en realidad, se trataba de la primera vez que coincidían, pero estudios posteriores han demostrado que ambos personajes se habían conocido en una fiesta hippie que había organizado Anquises, en su loft de Troya). Según un fragmento que fue eliminado por la Santa Inquisición, conocedora del asunto pizpiretístico, Dido se puso estupenda y mantuvo una fantástica conversación repleta de ironía con Eneas: “Uy sí, el troyano. Uy sí, el que lucha y mata a gente. ¡Miradme, miradme todos! ¡Tocadme, voy a causar las guerras púnicas!”. A lo que Eneas contestó: “Eh, eh, tranquila, monada. Yo también puedo ponerme pizpireto”. A lo que Dido respondió sardónicamente: “No, no puedes”. (…)
(…) En 1966 pareció resurgir el movimiento pizpiretístico en algunos círculos de Hamburgo, pero sólo duró hasta la mañana siguiente. Desde entonces, nadie parece haber recogido el testigo de esta lucha contra una discriminación que margina al hombre, obligándole a hacer horribles cosas como jugar a fútbol, no limpiar la casa y, en casos más extremos, ser infiel a su mujer”.
“Una aproximación sociológica al pizpiretismo”.
Philip W. Burguillos. The Pizpiret Observer.
Hombres del mundo, creo que es hora de que nos unamos (en un sentido metafórico), y gritemos al unísono “¡Yo soy pizpireto!”. Seamos más pizpiretos que nunca. Estemos más vivos, prontos y agudos de lo que jamás lo hayamos estado. Ingresad dinero en mi cuenta corriente, y os prometo que os llevaré a un mundo en el que nadie os señalará por la calle por ser pizpiretos.
Paz a los pizpiretos. O como decimos nosotros, Peace-Piretos.